HAY QUE SALVAR A
ROMA
En algún lugar de la actual Siria, en el 40 D.C., en el palacio
consular, unos gritos rompen la noche. Padre e hijo discuten voz en
grito.
-Padre, debemos actuar ya. El
imperio se está deshaciendo ante nuestros ojos.
-No, no y no. No me pienso
convertir en un tirano.
-Tienes 3 legiones completas a tu
cargo y podemos echar mano de la Flavia aunque esté diezmada.
-Quien a hierro vive, a hierro
muere.
-¿Y te vas a quedar mirando cómo
arde Roma?
-No he dicho tal cosa. Aún no he
tomado una decisión.
-En ese caso será mejor que te
deje pensar tranquilo...
Tito, con una gran inclinación, se retira. El general Vespasiano
toma asiento mientras sus guardias se miran de soslayo. El más
veterano asiente levemente.
* * *
La luz del amanecer me despierta. Me estiro, ya no estoy para dormir
en sillas. Mi vejiga grita mientras me levanto en dirección a las
letrinas. Cuando llego a su altura, mi guardia personal se cuadra y
me saluda.
-¡Ave cesar!
-¿Pero qué decís insensatos?
-Solo usted está lo bastante
preparado para gobernar, oh cesar.-Responde el más veterano.-
-¿De dónde habéis sacado esa
idea?¿Es cosa de mi hijo?
-Su hijo es inocente, oh augusto.
Las legiones y sus oficiales tomaron anoche la decisión.
En ese momento, aparece mi hijo por el pasillo. Corre como si su
vida fuera en ello.
-¡Padre, padre! Las legiones te
han nombrado cesar.
-Lo sé hijo, ya me han
informado.
-¿Y qué vamos a hacer?
-Lo único que podemos. ¡Llama a
mis oficiales y pide a las cocinas que nos traigan el desayuno! Hay
que planificar la toma de Egipto. Debemos salvar a Roma de Roma.
Un abrazo y hasta la próxima entrada.
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