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LA
BATIDA
La cacería está siendo aburrida. No
se oyen los perros, ni se ven jabalís. Es más, solo se oye a su
novia quejarse. Todavía no entiende que extraño resorte le ha
impulsado a traerla.
-¿Falta mucho?-Pregunta ella por
enésima vez.-
-Aún no es ni media mañana. Solo
llevamos la mitad de la batida.
-No hemos visto ni un bicho, esto es
un rollo.
Es verdad. Les ha tocado un mal
puesto. Un cierre con mucha espesura. Podría pasar un elefante a
tres metros y no verlo.
-Anda, siéntate a mi lado y así me
das calor...
-Pero ¿y si pasa algún jabalí?
-Déjate la escopeta a mano y ya
está.
Nada más sentarse, notó la mano de
su novia en el muslo y, desde ahí, la fue dejando caer hasta la
entrepierna.
-Mari...
-¡Calla tonto, que aquí no nos ven!
Antes de poder dejar la escopeta a un
lado, Mari ya le había abierto la bragueta y estaba jugando con su
otra arma. Entre el frío y los nervios, no atinaban a quitarse la
ropa. La piel morena de Mari, su aroma y el olor del monte se
mezclaban en un elixir que le hacía perder la cabeza.
Recorrió sus labios hasta que ella
ya no pudo más. Se subió encima de él y lo montó en un galope
pasional que le extrajo hasta la última gota de fuerza. Unos
disparos en el puesto de al lado los distrajo, pero tenían claro que
presa preferían esa mañana.
Un abrazo y hasta la próxima entrada.
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